HOMENAJE A JOSÉ LUIS MANGIERI II
Un amigo, lector y escritor desde Miami me hace llegar este recordatorio de José Mangieri.
Ahí va otro, entonces de quien fue mi primer editor y su muerte me ha dado una gran tristeza.
Jorge C.
Esto salió en:
PAGINA 12
Lunes, 3 de Noviembre de 2008
LITERATURA › MURIO JOSE LUIS MANGIERI, PROMOTOR FUNDAMENTAL DE
Final para el editor de la entrega y pasión absolutas
El creador de
Por Silvina Friera
A diferencia de la mayor parte de los mortales, José Luis Mangieri, que murió el sábado a los 83 años, parece haber vivido unas cuantas vidas en lugar de una sola. Quizá la única manera de empezar a digerir lentamente la idea de que ya no se lo verá, como buen pilgrim fathers del barrio de Floresta, caminando por la calle Mercedes, o pateando la avenida Corrientes con su galera-valija de donde sacaba siempre un librito, sea tratando de aprender a conjugar el pretérito imperfecto, ese tiempo verbal tan fúnebre. Era el Macho, para familiares y vecinos; era Cauli, apodo que le pusieron los jóvenes poetas que empezaron a publicar en los años ’90 –porque se parecía al jefe de la serie británica Los profesionales–; era
Mangieri nació el 14 de diciembre de 1924 en un conventillo de Parque Patricios, sobre la calle Salcedo. Su padre fue un obrero anarquista, milonguero y “muy mujeriego”, como el propio editor y poeta recordaba en sus memorias Es rigurosamente cierto (Libros del Rojas), título que remite a una frase que Mangieri solía repetir cuando reafirmaba algo demencial que estaba contando. “Toda la amplitud que tuve en mi vida política e intelectual se la debo al conventillo, donde conviví con una enorme cantidad de obreros y donde también estaba, por supuesto, la prostituta que se llamaba María y nos regalaba caramelos los domingos”, decía el poeta. Cuando en los años ’40 leyó El violín del diablo y Miércoles de ceniza, de Raúl González Tuñón, sintió por primera vez que la poesía “era la exaltación de la belleza a través de la palabra”. Tuñón le dio vuelta literalmente la cabeza y empezó a escribir poemas. Aunque inició la carrera de odontología en 1944 –obligado por su padre, que era amigo de un dentista anarquista que le había prometido que le dejaba el consultorio con la clientela–, duró apenas dos años. Como la vida familiar se puso espesa, sin llegar a una violencia extrema, cuando dejó odontología, Mangieri se fue a Bariloche, donde tenía unos primos pintores de brocha gorda. Trabajó como peón de pintura durante seis meses, y le compraba el pan a Priebke, el criminal nazi. Se quedó en esa ciudad patagónica cinco años por un “romance ideal” con una alemana de 38 años (él, entonces, tenía 21).
Después de su regreso de Bariloche, se afilió al Partido Comunista en 1953. En esa época, en que Mangieri reconocía que era “brutalmente gorila”, la opción por el PC no se explicaba solamente por su antiperonismo. Existían otras razones tanto o más poderosas como su interés por la cultura. El PC tenía varias editoriales importantes como Lautaro y Futuro, y manejaba todos los teatros independientes: Fray Mocho,
El editor y poeta se alineó con China, y más tarde con Vietnam, cuando comenzó el enfrentamiento chino-soviético, mientras que el PC argentino seguía a rajatabla las directivas de Moscú. Mangieri publicó en Ediciones Horizontes los libros de Vo Nguyen Giap y comenzó a editar las obras completas de Mao. Desde la dirigencia del PC lo tildaron de “foquista” y “militarista”. La conducta contestaria de Mangieri derivó en su expulsión del partido. No fue el único: también expulsaron a Gelman, a Cossa, a Andrés Rivera y a Juan Carlos Portantiero, entre otros. “Para cuando salió el primer número de
Caradura como era, Mangieri les pidió a los chinos –que le habían prometido pagarle una semana en París–, prolongar su estadía en Francia por un mes, donde conoció a François Maspero, un gran editor de izquierda. “Nosotros nos politizamos, siguiendo la realidad argentina, pero teniendo en cuenta la experiencia editorial de Maspero. En América latina pudimos hacer lo que hicimos en alguna medida porque los yanquis tenían las manos atadas con Vietnam: una vez que se desataron, se encargaron de nosotros. En los ’70, los libros de Giap se vendían en las estaciones de subte, en Tribunales, en Palermo. El librero Damián Carlos Hernández, al que siempre le llevaba las novedades, me dijo un día: ‘Con tal de que tenga el pie de
No fue un militante orgánico del Ejército Revolucionario del Pueblo, pero Mangieri siempre admitió que tuvo una estrecha relación con el ERP. Editó un par de libros, entre otros uno sobre el Quinto Congreso del ERP. “Ya sobre el golpe, andábamos dando vueltas con ese libro en unas bolsas llenas de maíz”, confesaba el editor. Pocos días después del golpe de 1976 leyó en un diario una frase de esas que ponen los pelos de punta. “Un general dijo: ‘Terminamos con la literatura subversiva, ahora tenemos que empezar con los que editaron estos libros’. Yo, lógicamente, me di por aludido”, admitía el editor y poeta. Su mujer y su hija se instalaron por un tiempo en Cipolletti, su hijo Martín en Bariloche y Mangieri optó por la casa de su tía Raquela, en Parque Patricios. “No me fui por varias razones, así como los que se fueron habrán tenido sus propias razones. Entre mis propias razones hay una que tiene un peso enorme: si yo, con algunos de los libros que publiqué, tuve que ver con que hubiese gente que se decidiera a tomar el camino de la lucha armada, ¿cómo me iba a ir? ¿Qué, acaso alguien se imagina que uno podría mandarse a mudar y después mandar saludos desde París? –razonaba Mangieri–. Creo que quedarme era mi responsabilidad política y que no habría tenido derecho de irme.”
Había que empezar de nuevo. Y Mangieri lo hizo, un año antes de que terminara la dictadura, cuando fundó su última editorial, Libros de Tierra Firme, donde publicó, entre otros, todos los libros de Gelman (que entonces no podía volver a
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