Poesía grave que intenta ser festiva

Esto dijo José Di Marco:

"En estos poemas, lo 'subpoético' responde, sobre todo a la ejecución de un decir que se asemeja a un resto de la lengua, a una imposibilidad última del discurso. Resto de una lengua que se sabe impedida de asir al mundo en su multiforme totalidad. discurso que reconoce su fracaso de nombrar las cosas tal como éstas son. Pregunta castrada, palabra sin bordes, renuncia a las certezas, reconocimiento de la propia caducidad: aquí la palabra poética se interroga sin jactancias ni concesiones frívolas; corteja los relámpagos de la nada y esquiva cualquier consuelo metafísico.
esa interrogación continua (que es más bien sibilina, tenuemente irónica) envuelve los poemas y los dota de una carga nihilista. pero más que una carcajada bufa y derrochona, el nihilismo de Córdoba es terso, conciso, desnudo. cala hondo en los fundamentos culturales de la poesía (en la legitimación oficiosa de la misma), discute los valores que la colocan en un orden impoluto y la hace descender. En el vértigo de esa caída, ácida y desenfadada, resplandecen estos poemas, objetos firmes que interrumpen, sin énfasis, la lisura del desierto creciente."

(fragmento del prólogo)







Aconseja como acercarse a leer un poema y no encallar en sus pecados


sin tregua
la palabra
poemiza
preguntas
castradas
que llaman poesía




Enseña cómo leer la Escuela de Francfort y sus íntimas tensiones

Luego de lo que pasó en Auschwitz
es cosa barbárica escribir un poema.
Theodor Adorno

adorno
era incapaz
de observar cuánto
crece un cabello
en unas horas

esa continuidad fáctica
más allá de la muerte
es una contradicción
menos infame
que un poema




Contra la sintaxis que quiere gobernar al mundo con inquietud magnífica (y los logra)


hambre de muerte
muerte de hambre

la arbitrariedad

de los elementos
determina
la trascendencia
o el olvido

la voz institucionalizada
de hamlet
“poor, yorick.”
el beso de polvo o
la tumba de insomnio





Retrato del yermo desdén de su abuelo hacia las virtudes civiles en un sermón estoico de censura moral


mi abuelo era albañil
nunca oyó hablar
de mitología griega

construyó paredes
como minutos en la noche
sonámbulo despiadado
del balde y la cuchara
que en el descenso
al séptimo círculo del vino
ya puteaba a medio mundo

los perros del barrio
de ojos canónicos
indiferentes meadores de callejones
esconden
sirenas
en sus hocicos

los hombres
golpean sus mujeres
midiendo en ellas
el placer de la bestialidad
como les enseñaron

sin duda
vallejo habría escrito mejores
poemas
con estas satisfacciones

nadie denuncia
la mensurabilidad de la vida
las disquisiciones filosóficas
les son ajenas
así como la quita invariable del reloj
y el corte del tiempo

ignoran la conciencia hipotética
sólo la plomada cae
desde la misma pared que los contiene
y su cultura rumiante es
una y otra vez
el mismo hacer

las gotas del día parten
con una piedad de animal conciente

al atardecer
con la radio y su bicicleta
mi abuelo
volvía a tomarse una sopita con mucha pimienta
para llorar sin culpa

oía en la oscuridad
de la habitación
la voz metálica
de radio el mundo
o radio colonia
materializadas
en la geografía
de los objetos

mis ojos de niño
resplandecen en la esfera
de un texto tenso
disperso
cuando recuerdo

tiempo después
prometeo
en la roca del cáucaso
para mí
fue otra historia de cirrosis





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