DIARIO ACERCA DE LA CONSTRUCCIÓN DE UNA NOVELA



Martes
El tiempo de escritura de una novela determina la densidad de sus capas. Gómez… fue escrita en cuatro años. Lo más curioso es que comenzó siendo un relato de ocho páginas, después, por una celada del destino, se perdió en el borrado accidental del disco duro de la máquina. Cuando quise reconstruirlo, la escritura entró en ebullición y surge una larga historia detrás del breve relato incestual originario. Gómez… siempre estuvo latente, esperando con todos sus fantasmas escatológicos.
Miércoles
Cómo escribir. Qué escribir.
El eje estético es la pregunta crucial de alguien que desea ser honesto consigo mismo en el momento de escribir. Estoy cansado de ver buenas historias mal escritas. Ahora bien, a medida que voy trabajando el cómo de la historia, esta se va transformando y la historia sola, caería en la disolución sino enfrenta la imbatible combustión de la forma. En otras palabras, a medida que profundizo la forma, la historia se modifica. El lazo estrecho entre el “qué” y el “cómo”, fisura un tercer elemento: la fuga constante.
Jueves
The man who was Thursday.
Como Gabriel Syme, el poeta de la novela de Chesterton, la discusión sobre la estética poética, puede llevarnos a un derrotero de espías. Hablar sobre qué contar sería engañarnos si, como dijimos ayer, no pensamos en la forma. El discurso es la cinta transportadora de la historia, sin embargo, es más sencillo decirlo que hacerlo.
En mis novelas, el tono adecuado busco. La sincronización que debería tener el tipo de historia con la forma de narrar.
Viernes
¡Poems, poems!, exclama el profesor, entre irónico y sarcástico, de la película The Wall al descubrir en Pink su aficción a la poesía.
Intelectualmente, me crié en la poesía. A ella le debo cierta modalidad de lectura aguda del discurso literario. Cierta vez, charlando con el escritor Andrés Rivera, me decía que él no escribía poesías porque le tenía demasiado respeto al género. Esto me intimidó, porque en esos tiempos yo trataba de terminar Poesía grave que intenta ser festiva, un libro que llevó más de una década de maduración hasta su edición y las palabras de Rivera, alguien a quien admiro la musicalidad de su prosa novelística, incrementaron mi responsabilidad ética ante la corrección, como dice Castillo.
Antes de escribir prosa, debemos leer y ejercitar mucha poesía. La lírica da el tono, la concisión justa, las palabras y la sabiduría de callar para decir más.
Sábado
En Gómez… hay un personaje que narra la historia desde una dimensión supraterrenal, es una máquina inagotable condenada a narrar para siempre. Me ha intrigado la ciclópea construcción de una super conciencia narradora eterna. Me seduce la idea de ir más allá de lo poco que pude explorar en Gomez… Algo así como una Scherezade que fetichiza con sus palabras a los demás para prolongar un día más su vida.
Domingo
Ciorán (¿quién recuerda a Ciorán?) decía: “Si las veladas dominicales fueran prolongadas durante meses, ¿qué se haría de la humanidad, emancipada del sudor, libre del peso de la primera maldición? La experiencia valdría la pena. Es más probable que el crimen llegase a ser la única diversión, que el desenfreno pareciese candor, al aullido melodía y la mofa ternura. “Ahora bien, ¿no es eso lo que pareciera suceder ahora? Lean de nuevo las palabras del viejo, escéptico y pesimista Emile Ciorán escritas allá por 1949. Estamos a ocho años del siglo XXI y los domingos se extienden, inexorables, sobre la humanidad porque vamos navegando sobre las asépticas aguas del Leteo que nos da la exacerbación de lo tecnológico y la obligación del divertimento como divisa de nuestras vidas.
Un domingo comienza alegre y termina melancólico. Algo de eso noto en La vida breve, esa ácida y dulzona sensación de que las palabras de Onetti están en un límite entre lo irreversible del tiempo, la lenta agonía de las horas y, como decía Keats, la belleza es la verdad, y la verdad, belleza. Cómo puede crearse belleza de la disolución constante de nuestras vidas, es una de las virtudes de Onetti.
Lunes
Construyamos un mundo sobre la base del discurso. Esta metáfora, ya presente en El discurso del Astrólogo de la novela de Los siete locos de Roberto Arlt, puede ser la consigna latente de la literatura.
Uno podría preguntarse, ¿cuándo la novela que escribí es buena? Que equivale a preguntarse cuándo y en qué momento descubrí un fa sostenido oscilando sobre el atardecer único, ¿Cuándo lo descubrí, lo absorbí y materialicé en arte? ¿Cuándo? Es imposible predecir cuándo sucederá, pero el autor y sólo él podrá saberlo. Pueden existir guías, pero el toque de “ver más allá” lo debe tener el autor.







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