NOTAS DEL NAUFRAGIO
Veo las fotos de mi padre y veo un
desconocido. A veces, un ser tan cercano suele ser un desconocido, como si se
borrara suavemente dándonos las gracias. Aún no me conozco, profundamente no sé
quien soy, a veces me siento un refugiado de guerra; por lo tanto, cómo puedo
saber quién fue mi padre: una calle de San Fernando, el olor de las bombas en
la plaza de junio de 1955, un brazo fornido en algún lugar de Mendoza,
alquitranes, voces en algún atardecer incandescente y cobrizo. Un vaso de vino,
asado, una gorra para el sol, una tarde de inundación, mucha agua, mucha agua
en la vida nuestra, en nuestra relación, agua que desapareció, que corrió obedeciendo
al mandato natural de Heráclito. Y también la muerte, el rostro envejecido
siendo afeitado una y otra vez, recibiendo mis caricias. La renuncia. El fin.
- Llevame muerte de mierda. No
quiero sufrir más
Ráfagas de terror. Eso es estar. Fotos
pegadas a la viscosidad de la memoria. Amenazas.
- Vive, mañana, no estarás.
- ¿Y todo lo hecho?
- De nada sirve.
- ¿Dust in the wind?
- Dust in the wind.
1 comentario:
Muy bueno, Jorge. Me conmovió
Alejandra, (Vos sabés)
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